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Hospital de campaña, acuarela por el comandante Charles Vanzeller, Museo Zumalakarregi, Diputación Foral de Gipuzkoa, sig. 268. Durante la Primera Guerra Carlista, la manipulación de las bajas en los partes de guerra fue una constante desde sus primeros compases en el norte, en tiempos de Zumalacárregui.

Los tiempos de Zumalacárregui no fueron una excepción. Juan Antonio Zaratiegui, secretario del general carlista exponía que la exageración de números por los liberales era “uno de los resabios que nuestros militares adquirieron en los últimos tiempos haciendo la guerra en las posesiones españolas de la América” (Zaratiegui 1845, 95). Sin embargo, abultar los números era habitual en ambos campos. La necesidad de mostrar que la guerra resultaba favorable para mantener la moral alta e intentar atraerse a la población, invitaba a aumentar los números sobremanera[1].

La difusión de los partes en la prensa

En sus partes, tanto Zumalacárregui como los generales liberales a los que enfrentaba, daban unos números muy dispares entre sí. Sabían que esos partes se publicarían en la prensa y serían escuchados tanto por la población civil como por el ejército enemigo, por lo que no podían mostrarse derrotistas en ningún momento, de ahí que en la totalidad de los partes se muestren victoriosos. Ante la falta de observadores imparciales es complicado analizar y conocer el número real de bajas que tuvieron ambos bandos.

Respecto a la prensa, los liberales tenían un gran número de publicaciones afines a sus ideas durante estos años de guerra. A la Gazeta de Madrid, órgano oficial de la capital desde finales del siglo XVII, se sumaron otras publicaciones como el catalán El Vapor (1833-1836) o el madrileño El Eco del Comercio (1834-1849)[2]. Es destacable que en Navarra, uno de los centros del conflicto, apenas aparecieron diarios y muy tarde, como el Boletín Oficial de Pamplona (1838-1847).

Estos medios fueron fundamentales en la difusión de los partes liberales, además de publicar numerosas notas sobre la marcha de la guerra, la mayoría de ellas con información falsa o inventada, como varias muertes y heridas del general carlista. Esto respondía, por una parte, a la necesidad de mantener la moral de la población alta y, por otro lado, por la dificultad de las comunicaciones con el norte.

En el bando carlista, en Navarra, solo se contó con una publicación en época de Zumalacárregui: Ejército del Rey N.S. Don Carlos V. No se conoce cuándo se inició su publicación, pero se supone que a finales de 1833 o inicios de 1834 ya estaba en imprenta. Como su nombre indica, era esencialmente militar.

En las Provincias Vascongadas destacó la Gaceta Real de Oñate, que inició su publicación en 1834. Antonio Pirala, sin embargo, dio cuenta de su parcialidad al afirmar que “aunque su periódico oficial, la Gaceta de Oñate, publicaba siempre triunfos, los resultados desmentían tan hiperbólicos partes” (Pirala 1856, III, VII, 96). Sin embargo, no hay que olvidar que este medio nació con este fin, como reconocía en su prospecto, para hacer lo mismo que, según los carlistas, hacían los liberales:

Como la táctica de nuestros adversarios consiste en publicar hechos inexactos, exagerados y frecuentemente absurdos, encuentros imaginarios, sangrientas derrotas (…) se hace preciso, que la Gaceta salga al encuentro de tamañas imposturas (F. Caspistegui Gorasurreta 2021, 60).

Resalta una particularidad en las publicaciones por ambos bandos: el idioma. Pese a que una gran parte de la población de Navarra y las Provincias era vascoparlante, los medios carlistas no publicaron en euskera. Sus diarios se dirigían más hacia el clero y los dirigentes locales, quienes tenían mayor poder para controlar al pueblo, en lo que se puede considerar una muestra de desprecio hacia quienes nutrían las filas de su ejército. Esta falta es todavía mayor si se tiene en cuenta que las proclamas liberales se editaban tanto en español como en euskera (J. Urquijo Goitia 1983, 324).

En este sentido, Leonardo Bonet recomendó a Rodil la publicación de bandos y la prohibición de los carlistas:

La opinión pública, extraviada hasta lo infinito, necesita un poderoso estímulo para entrar en el sendero de la razón; y es evidente que se la auxiliaría mucho si se hiciesen circular los bandos, órdenes del Gobierno, y papeles públicos de mayor interés, extendiéndolos si es posible en el idioma del país, para que publicados y leídos por las Autoridades respectivas, pudiesen servir a desimpresionar los ilusos y hacer que los pueblos conociesen la verdadera situación en que se hallaban; pero al mismo tiempo se deberían recoger todos los demás papeles y documentos facciosos, prohibiendo su lectura y circulación en manera alguna (Bonet 1835, 16).

Sin embargo, no hay que olvidar que los carlistas tenían otros medios de difusión, destacando especialmente el bertsolarismo. Hay algunos ejemplos de la primera guerra carlista, pero uno de la segunda guerra carlista (1872-1876) da clara muestra del sentimiento propio:

Fueroko lege oiturak
leialki gorderik,
oraindaño izan gera
zorionez beterik;
gure on au goitarrak
eraman eziñik,
portitz digute eraso
erruki gaberik.
Guardando lealmente
las costumbres del fuero,
hemos vivido hasta ahora
llenos de felicidad;
no pudiendo llevarse los castellanos
este nuestro bien,
nos han atacado salvajemente
sin ninguna compasión[3].

Exageraciones en los partes

Es posible dar hipótesis de la exageración por parte de los generales basándose en los partes que los jefes de batallones elevaban a sus superiores, ya que en estas comunicaciones no les convenía mentir. Al no tener una finalidad propagandística, la información debía ser objetiva para que los generales supiesen con cuántos efectivos contaban. En este caso, se emplean los custodiados en el fondo Juan Antonio Zaratiegui, del Archivo Real y General de Navarra. También es posible acercarse al número real por medio de la comparación. Sabiendo que las bajas eran exageradas se puede realizar una especie de in media veritas y balancear los números. Sin embargo, este método perpetuaría la exageración mayor por una de las dos partes.

Tampoco ayuda la coletilla habitualmente empleada en ambos bandos. En numerosas batallas, en lugar de dar un número, adjetivaban la pérdida propia o del enemigo. De esta forma, no es inusual encontrarse con que el enemigo había tenido una pérdida “infinita”[4], mientras que en el ejército propio, las bajas habrían sido “insignificantes” [5]. A esta distorsión de números se le suma otro problema, y es que no siempre se da un número de bajas o los partes de los batallones.

Para intentar acercar lo máximo posible la variación de datos, se usarán como modelos aquellas batallas que hayan dejado la mayor cantidad de información. De las 21 batallas en las que participó Zumalacárregui, hay 6 en las que, para las bajas carlistas, se cuenta con todos los datos. Esto supone un 28% del total, lo que supone un porcentaje suficiente para dar luz a esta supuesta manipulación. Para las cristinas hay 7, un 33%, basándose solo en los partes elevados por los generales de ambos ejércitos.

Solo hay dos batallas en las que ambos bandos ofrecen datos completos: la batalla de Arquijas del 15 de diciembre de 1834 y la batalla de Artaza el 22 de abril de 1835. Aquí reside parte de la dificultad de este estudio, ya que estos suma el 9% de los enfrentamientos.

Bajas carlistas según los partes de guerra de Zumalacárregui y del Ejército cristino. © Borja Guinea

Bajas liberales según los partes de guerra carlistas de Zumalacárregui y del propio Ejército cristino. © Borja Guinea

Análisis de las bajas carlistas

En orden cronológico, la batalla de Asarta (29-12-1833) es la primera que permite comprobar la manipulación de los datos, e indicar la proporción que se repetirá los dos años siguientes, en este caso de las bajas carlistas. Tomando como número objetivo las 92 pérdidas que dan los comandantes de los batallones, Zumalacárregui en su parte reduce el número de bajas a la mitad y Lorenzo, general cristino, lo triplica.

Esta proporción será la más habitual en las relaciones de bajas carlistas. En el siguiente caso, en la batalla de Muru (29-03-1834), pese a faltar el número dado por el general carlista, se puede apreciar cómo los liberales vuelven a multiplicar por tres las bajas elevadas por los comandantes de los batallones carlistas, 71 en este caso. Esta operación se repite también en el enfrentamiento que tuvo lugar en el Puente de Larraga (08-03-1835).

No siempre se mantiene esta proporción. En otras ocasiones se acercaron más al doble de bajas, como en las batallas de Arquijas (15-12-1834 y 05-02-1834) o en la de Artaza (22-04-1835). Y hay otros momentos en los que dispararon el número de pérdidas, como en la batalla de Alsasua (22-04-1834), donde multiplicaron por trece el número de bajas respecto a la relación de los comandantes carlistas, o en Sesma (06-11-1834) y Mendaza (12-12-1834), donde son casi seis veces.

Del mismo modo, en la batalla de Artaza (31-07-1834) se ve cómo Zumalacárregui dividió el número de bajas que le elevaron sus oficiales. Si los comandantes de batallón afirmaban que tuvieron 51 pérdidas, él dio la mitad: 26. Esta operación es muy repetida por el general guipuzcoano, dándose de nuevo en Alegría y Echavarri (28-10-1834), Mendaza (12-12-1834), Arquijas (15-12-1834), Orbiso (18-01-1835), Puente de Arquijas (08-03-1835), Arróniz (29-03-1835) y Artaza (22-04-1835).

Hay pocas batallas en las que abandonó esta división. Solo en dos se acercó ligeramente al número real, en el Puente de Larraga (08-03-1835) y en Elzaburu y Donamaria (12-03-1835). Solo hay una batalla en la que consigna las mismas bajas que en las relaciones de sus comandantes: en la de Sesma (06-11-1834).

Finalmente, hablando en porcentajes, se puede ver cómo se repitió este esquema por el que los liberales multiplicaban las bajas carlistas y Zumalacárregui las dividía. En relación con las pérdidas que elevaban los comandantes de los batallones realistas, el general guipuzcoano tendía a reconocer un 49’7% de estas bajas. Al otro lado de la pluma, los generales liberales exageraron aún más los números, elevando en un 244’9% las pérdidas de su enemigo.

Análisis de las bajas liberales

En el caso de los partes cristinos es más complejo comprobar el nivel de exageración que los generales emplearon, ya que no se han consultado los fondos militares donde se custodia la documentación. Como se ha comentado, ante la ausencia de partes de los comandantes a sus generales expresando el número de bajas para su conocimiento, solo queda hacer una ponderación de las pérdidas cristinas comparando lo dicho por Zumalacárregui y por los liberales. Por esto, las relaciones entre ambos lados parecerán mucho más exageradas que en el caso carlista, ya que falta ese elemento objetivo intermedio.

Lo habitual en este apartado será que Zumalacárregui multiplicase por dos o por cuatro el número de bajas que los liberales daban. Por dos fue en las batallas de Gulina (18-06-1834) y en Arróniz (29-03-1835), y por cuatro las de Arquijas (15-12-1834) y Orbiso (18-01-1835). En otras, multiplicó las bajas cristinas por cinco, como en Alsasua (22-04-1834), por siete en Artaza (22-04-1835) y, finalmente, por veintiuno en Huesa (04-02-1834).

En el cómputo global se puede ver que Zumalacárregui mostraba un elevadísimo número de bajas en comparación con las de sus adversarios. En siete batallas son casi 4 000 bajas más, lo que supone un 357% más de lo expuesto por los generales liberales. Sin embargo, como se ha repetido, estos niveles de exageración hay que tomarlos con cautelas porque las dos cifras comparadas responden a mecanismos de propaganda, en este caso ninguna de las dos querían ser cercanos a la realidad.

Conclusiones

Pese a que la prensa española estuviera dando sus primeros pasos en un contexto de naciente libertad de expresión, se ha visto que ambos bandos eran conscientes de su importancia y la usaron a su favor. Ganarse el apoyo de la opinión pública fue algo que ambas formas de entender el mundo, pese a todas sus diferencias, tuvieron en común.

Por medio de sus medios de comunicación intentaron acercarse a una población analfabeta y con poca educación política para intentar convencerlos de sus posturas. No solo con la difusión de editoriales o artículos vilipendiando al contrario, sino con la publicación de partes de las batallas, de forma que pareciese que la guerra ya estaba casi ganada. Esta fórmula se puede ver cómo se repite hasta nuestros días.

En estos partes de batalla, se ha visto cómo los generales no tenían ningún pudor en dar cifras falsas. Por medio de la comparación se ha podido comprobar hasta qué nivel de exageración llegaron, pero la ausencia de observadores internacionales imparciales dificulta sobremanera poder conocer el número real de bajas. Por un lado, este ensayo queda por completar con la consulta de los fondos liberales conservados en los archivos militares, para investigar los partes que los comandantes elevasen a sus generales. Por otro lado, que queda abierta para una investigación a parte, sería consultar las actas de defunción existentes en las parroquias navarras. Este trabajo, sin embargo, requeriría de una labor de documentación e investigación muy extensa.

Bibliografía

  • Bonet, L. (1835): Apuntes sobre la guerra de Navarra, extractando la topografía del país. Valladolid: Imprenta de Aparicio.
  • Caspistegui Gorasurreta, F. J. (2021): Espacios de la propaganda carlista. Pamplona: Gobierno de Navarra, Servicio de Museos, Museo del Carlismo.
  • Pirala, A. (1856): Historia de la Guerra civil, y de los partidos liberales y carlistas. Libro VII. Vol. III. Madrid: Tipografía Mellado.
  • Urquijo Goitia, J. R. (1983): «Prensa carlista durante la primera guerra», en La prensa en la Revolución Liberal (España, Portugal y América), de Alberto Gil Novales, 319-336. Madrid: Universidad Complutense.
  • Zaratiegui, J. A. (1845). Vida y hechos de Don Tomás de Zumalacárregui. Madrid: Imp. de José Rebolledo y Compañía.

Notas

[1] Por este motivo se usarán solo los partes de la época y no las estadísticas dadas después, para observar mejor cómo los generales distorsionaban estos números a ojos de la población.

[2] De estos medios, y algún otro, consultado en la Biblioteca Virtual de Prensa Histórica: https://prensahistorica.mcu.es/es/inicio/inicio.do, se han obtenido los datos liberales

[3] Extraído de: (Saenz de Viguera Erkiaga 2004, 119)

[4] Esto escribía en marzo de 1835: Archivo Real y General de Navarra (a partir de ahora ARGN): Fondo Juan Antonio Zaratiegui: leg. 4 nº 11.

[5] Esto escribía en julio de 1834: ARGN: Fondo Juan Antonio Zaratiegui: leg. 3 nº 20.

Este artículo corresponde al VI Concurso de Microensayo Histórico Desperta Ferro. La documentación, veracidad y originalidad del artículo son responsabilidad única de su autor.

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